Hoy tengo mal cuerpo, vengo de los actos celebrados por los familiares de los fallecidos en el accidente del metro, me gustaría decir aquello de; "yo me bajo en la próxima... ¿Y usted?".
En mi más tierna adolescencia un juez, por motivos que no vienen al caso, me hizo ver que en toda muerte accidental tiene que haber una explicación creible y aceptable por la familia, siempre tiene que haber un responsable y en su defecto el duelo nunca se completa, se aparca, porque debemos seguir viviendo, pero nunca se elabora en su totalidad, nunca encontrará la paz ni el muerto ni el familiar doliente. Esto a los trece años es duro de asimilar, pero fue una enseñanza que me ha acompañado el resto de mis días. Concluyó el magistrado ante mis apelaciones a la mala suerte que “el azar no explica nunca una muerte violenta”.
Recuerdo aquellos días de julio del 2006 plagados de dolor y sufrimiento, recuerdo el esfuerzo que hacíamos para atender a todos de una manera correcta. Recuerdo las visitas de los políticos a los familiares para comprar su silencio. Recuerdo el recato de la oposición socialista para no hacer un "uso partidista" del accidente. En la Valencia de los fastos y el glamour, 43 muertos no podían enturbiar la visita papal que había organizado “el Bigotes”. Recuerdo la ausencia de Camps en Torrent.
Pero bueno, recuerdo la presencia del dolor en los medios, el acompañamiento al principio, las manifestaciones de solidaridad, después…el silencio…después la molestia que suponían los familiares para los políticos en el poder y en la oposición, la molestia para esta sociedad cruel e individualista, la molestia que suponía el recuerdo para los familiares mismos.
Hasta los animales muestran compasión cuando alguno muere en la manada dandose consuelo cariño y solidaridad.
La soledad más grande es la de la muerte, si se acompaña del olvido prematuro o de la ocultación intencionada es una doble muerte en soledad. Cuando hoy un curilla con voz atiplada ha cortado el minuto de silencio en la diminuta capilla donde han escondido a los “apestados”, me he preguntado aquello de si la Iglesia ¿tiene que estar con los que sufren? , por favor, un poco más de dignidad para con los sufrientes, les ha dado al final una estampita del Papa para que sean "niños buenos y no molesten demasiado".
La asociación se ha disculpado ante los turistas y los vecinos por recordar a sus muertos en la calle, buscando las explicaciones que nadie ha sabido darles.
Todo esto me horroriza, estoy convencido que la nefasta gestión del accidente, sólo podría darse en una sociedad deshumanizada como esta, difícilmente sería explicable en otra.
¿Nos bajamos en la próxima o luchamos hasta el final?....
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