Borja Mari nos habla de la "heroina".
¿Es un pájaro? ¿Es un avión? No, es ¡SuperEsperanza! Salió ilesa de un accidente aéreo, no cayó en una sola de las muchas zanjas que Gallardón había dispuesto para atraparla, eludió la eutanasia que le tenía preparada el doctor Montes y ahora sobrevive a una lluvia de balas en Bombay. Esperanza no necesita ponerse una capa, ni tan siquiera un antifaz, con unos simples calcetines de lana tiene suficiente para convertirse en la superheroína que tiene encandilado al mundo liberal (políticamente hablando, claro).
La humildad de Esperanza, la entrega absoluta a sus súbditos y a sus empleados, la convierten no sólo en la más respetable de nuestros líderes, sino en un ser querido y entrañable. Cierto que de Bombay salió a toda prisa dejando abandonada a su suerte a media comitiva, pero no lo hizo por cobardía ni, mucho menos, por falta de sensibilidad sino, muy al contrario, por su extremo deseo de servicio al pueblo que tanto la ha votado.
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Pero gracias a su salvación los liberales de España podemos respirar tranquilos. Porque sabemos que mientras Esperanza siga con nosotros en Madrid no quedará un hospital por privatizar; que ni uno solo de nuestros euros irá a los bolsillos de un profesor-parásito de universidad, ni a un dependiente y que nuestros hijos no serán infectados con el malvado germen de educación para la ciudadanía.
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