sábado, 29 de diciembre de 2007

LA FUERZA DE LA PALABRA


La palabra es capaz de acabar con dictaduras y dictadores.Es el arma más potente con la munición de las ideas.Sin despreciar nunca un buen silencio. En boca de algunos la palabra se torna instrumento de suicidio.Como decía un conocido espesidad, sebosidad, untuosidad, palabrosidad. Decía el Johan que un buen pase a un mal jugador era un mal pase.Yo me permito decir que un mal pase de un mal jugador no te hace a tí malo.Lento que se encuentra uno.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Zapatero ha vuelto a cerrar el año haciendo un balance triunfalista. No parece haber aprendido de su error del año pasado, cuando al día siguiente de decir que en lo que a ETA se refería estábamos mejor que hace un año, pero que estaríamos mejor dentro de otro, la banda terrorista hizo volar el aparcamiento de la nueva terminal de Barajas, llevándose la vida de dos ecuatorianos.

Este año ha preferido no decir nada sobre ETA hasta que las preguntas de los terroristas lo forzaron a hablar, momento en el que ha dado implícitamente la razón a Rubalcaba cuando el ministro del Interior habló de que estábamos en plena "fase de confrontación". Preguntado sobre si descartaba por completo el diálogo incluso si se diera una nueva tregua contestó que no le parecía razonable hacer "hipótesis de futuro". Dicho de otra manera, teniendo la oportunidad de decir de forma clara a los electores que jamás cederá al chantaje del terror, ha preferido la ambigüedad. O lo que es lo mismo: que sí, que negociará la próxima legislatura si lo estima adecuado.

Dado que el principal proyecto de su legislatura se ha venido abajo, ha preferido centrar su discurso en la economía. Y en esta materia Zapatero se parece al protagonista del chiste al que, mientras caía de un rascacielos, le preguntaron que qué tal y respondió: "por ahora bien". España se enfrenta a una grave crisis con la que deberá lidiar quien gobierne la próxima legislatura. No estará sola, por supuesto; se verá acompañada en mayor o menor medida por buena parte de las economías desarrolladas del mundo. Pero será nuestro país uno de los que acuse en mayor medida, debido a la dependencia que hemos desarrollado del sector de la construcción para nuestro crecimiento.

Ya durante los dos últimos años de la era Aznar hubiera sido necesaria una revisión a fondo de nuestro modelo de crecimiento y una mayor liberalización, especialmente del mercado laboral, que es uno de los más rígidamente intervenidos de todo el mundo y que dificulta enormemente los esfuerzos por crear riqueza. Pero ni Aznar ni Rato quisieron hacerlo ni, desde luego, Zapatero ha avanzado en esa dirección. Solbes bastante ha tenido con ejercer de portero ante un gabinete en que cada uno de los ministros se sentía delantero centro y estaba dispuesto a romper la red a base de aumentar el gasto público.

Esta inacción no se ha hecho sentir mientras la coyuntura ha sido favorable, pero cuando lleguen las vacas flacas, y los españoles están empezando ya a sentirlas, lamentaremos la falta de reformas de este Gobierno. Esperemos, eso sí, que para entonces el actual haya sido sustituido por otro dispuesto a hacer lo que haga falta. No parece que Zapatero esté por la labor, siquiera, de darse por enterado de que no todo el monte es orégano.