MARIAJO TIENE UN RADAR

Mariajo tiene un radar,
un radar de promesa electoral
el radar de Mariajo te da
por delante y por detrás

Qué bonito el radar de Mariajo
como te pille ya verás,
no te podrás escapar
y en los mismos, una patada te dará

Quinientos euracos te pondrá
para flores regalar
que viene el mes de mayo
y florido será

Mariajo y su radar
otra promesa electoral.

PD.
ODIO A LA POLICIA. (Francisco Larrey)
No es nada personal sino una percepción ambiental de un mero observador de la urbe y de la función policial de los agentes municipales, que son los encargados de velar por los ciudadanos y mantener el orden. Vaya por delante lo injusto de la generalización, y por descontado que los habrán serios y buenos en su oficio, pero algo me dice que la gente está más que harta del comportamiento de este cuerpo policial nuestro. Los responsables de instruir y dirigir a todo un colectivo con mando en plaza y cuyo testimonio tiene presunción de veracidad —ahora cuestionado por el Supremo—, tienen mucho trabajo con los hombres de Rita Barberá. Lo primero que olvidan, siguiendo el ejemplo de sus mandos, los políticos, es que son servidores del pueblo que no los jefes del corral y la mayoría atienden y despachan a la gente como auténticos déspotas con pistola. Antes, la picaresca se basaba en intentar librarnos de esa multa despistando al policía mientras llegaba y ahora, es justo al revés. Tenemos que ir con los cinco sentidos para no dar pie a la sanción rabiosa de aplicación sin margen alguno e interpretación, o la caza inmoral para recaudar. Creo que se ha creado un cóctel explosivo entre las directrices de multar como sea,y la arrogancia de la mayoría de agentes municipales, que dan lugar a situaciones de lo más injustas y exasperantes. Los importes de 200, 300 y 600 euros (40.000 a 100.000 pesetas antiguas) por cualquier tipo de sanción sin mayores consecuencias que las de aparcar mal o no identificar al conductor, están sobrepasando los límites de la paciencia ciudadana o de sus cuentas corrientes embargadas sin piedad. Por no mencionar las miles de multas que nos ponen los agentes a ojo —vaya vista que tienen— por ir sin cinturón o hablando con móvil u otros, boletines que nunca llegan al domicilio, se convierten en la máxima sanción, y embargan como un rayo aunque les dejen sin comer. Todo esto, ha creado una situación de rabia contenida en una sociedad abatida que está al borde del odio hacia la autoridad.