Esta semana Borja Mari los pilló tratando el tema de la Z:
Nos estábamos riendo a pierna suelta en la calle Génova con el nuevo vídeo de ZP, cuando a Eduardo le vino a la cabeza una idea que nos dejo mudos: “¿Os habéis fijado –dijo- que todos los que han sido presidentes del Gobierno de España tienen una Z en su apellido?”. Mariano se quedó con el puro colgando y tras un instante de duda respondió: “¿Y Calvo Sotelo que, so listo?”. “Perdona Mariano – continuó Eduardo- pero Calvo Sotelo sustituyó a Suárez, yo hablaba de los que han ganado elecciones. Como por ejemplo, déjame pensar…, yo mismo en Valencia”.
“Pues sin que sirva de precedente – dijo Alberto- debo estar de acuerdo, amado presidente, con lo dicho por Eduardo. ¡Uy!, ¡que casualidad! No lo digo por nada en particular, pero yo también tengo una Z”. “!Y yo, y yo!”- dijo Esperanza, que hasta ese momento había permanecido en silencio. “Pero la tuya está en el nombre, y aquí estábamos hablando de apellidos”. “Y la tuya está en…” Mientras Espe y Alberto seguían su particular reyerta, y Ángel escribía en un papel una y otra vez su nombre a la búsqueda de la dichosa letra, me fijé en que el pobre Mariano se dirigía cauteloso y triste hacia la puerta. Me acerqué a él.
“Pero Mariano, ¿un hombre de tu raciocinio va a creer ahora en cábalas como ésta?”. “Que no Borja, que no es un asunto de creencias. ¿Tú has visto como se pelean por mi puesto a la mínima oportunidad que tienen? A veces llego a pensar que todo es un complot para que vuelva a perder las elecciones”.
Nos estábamos riendo a pierna suelta en la calle Génova con el nuevo vídeo de ZP, cuando a Eduardo le vino a la cabeza una idea que nos dejo mudos: “¿Os habéis fijado –dijo- que todos los que han sido presidentes del Gobierno de España tienen una Z en su apellido?”. Mariano se quedó con el puro colgando y tras un instante de duda respondió: “¿Y Calvo Sotelo que, so listo?”. “Perdona Mariano – continuó Eduardo- pero Calvo Sotelo sustituyó a Suárez, yo hablaba de los que han ganado elecciones. Como por ejemplo, déjame pensar…, yo mismo en Valencia”.
“Pues sin que sirva de precedente – dijo Alberto- debo estar de acuerdo, amado presidente, con lo dicho por Eduardo. ¡Uy!, ¡que casualidad! No lo digo por nada en particular, pero yo también tengo una Z”. “!Y yo, y yo!”- dijo Esperanza, que hasta ese momento había permanecido en silencio. “Pero la tuya está en el nombre, y aquí estábamos hablando de apellidos”. “Y la tuya está en…” Mientras Espe y Alberto seguían su particular reyerta, y Ángel escribía en un papel una y otra vez su nombre a la búsqueda de la dichosa letra, me fijé en que el pobre Mariano se dirigía cauteloso y triste hacia la puerta. Me acerqué a él.
“Pero Mariano, ¿un hombre de tu raciocinio va a creer ahora en cábalas como ésta?”. “Que no Borja, que no es un asunto de creencias. ¿Tú has visto como se pelean por mi puesto a la mínima oportunidad que tienen? A veces llego a pensar que todo es un complot para que vuelva a perder las elecciones”.
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