Borja fue esta semana a la conferencia de Aznar
Llevaba varios días agobiado con la duda de si participar en la manifestación de la AVT o asistir a la anunciada clase magistral de José María en Georgetown. Hacía mucho tiempo que no viajaba a Estados Unidos y, ante la seguridad de que mi ausencia no se iba a notar entre los millones de asistentes de la manifestación de Madrid, me decidí por lo segundo. Así que les escribo desde Washington, recién llegado de nuestra querida y ya añorada patria.
No se pueden imaginar lo que supone para esta ciudad cada nueva conferencia del Presidente de Honor del PP. Las tiendas están cerradas desde el miércoles, y las calles lucen sus mejores galas. Llegan gentes desde todos los puntos del país, que quieren pasar estas jornadas previas a la clase de Jose Mari en compañía de sus seres queridos. Los habitantes de esta ciudad, de naturaleza más bien fría, se transforman ante la llegada del maestro y no dejan de sonreír con una expresión casi infantil. Es como si la Navidad se hubiera adelantado a noviembre.
Sirva como muestra de la expectativa que genera cada clase de Aznar, que se deben convocar en secreto, intentando evitar así que se produzca una avalancha de personas ávidas de impregnarse de su sabiduría. Lo contrario podría suponer un serio riesgo para la seguridad pública. O sea, que estas gentes venidas de todo el país, ni tan siquiera pretenden verlo y oírlo en directo, se contentan con la idea de saber que se encuentran en la misma ciudad que el guía. Ni una sola referencia a su clase en la web de la Universidad, ni un solo cartel, nadie que pueda dar una simple indicación sobre cuándo y dónde se celebra.
Llevaba varios días agobiado con la duda de si participar en la manifestación de la AVT o asistir a la anunciada clase magistral de José María en Georgetown. Hacía mucho tiempo que no viajaba a Estados Unidos y, ante la seguridad de que mi ausencia no se iba a notar entre los millones de asistentes de la manifestación de Madrid, me decidí por lo segundo. Así que les escribo desde Washington, recién llegado de nuestra querida y ya añorada patria.
No se pueden imaginar lo que supone para esta ciudad cada nueva conferencia del Presidente de Honor del PP. Las tiendas están cerradas desde el miércoles, y las calles lucen sus mejores galas. Llegan gentes desde todos los puntos del país, que quieren pasar estas jornadas previas a la clase de Jose Mari en compañía de sus seres queridos. Los habitantes de esta ciudad, de naturaleza más bien fría, se transforman ante la llegada del maestro y no dejan de sonreír con una expresión casi infantil. Es como si la Navidad se hubiera adelantado a noviembre.
Sirva como muestra de la expectativa que genera cada clase de Aznar, que se deben convocar en secreto, intentando evitar así que se produzca una avalancha de personas ávidas de impregnarse de su sabiduría. Lo contrario podría suponer un serio riesgo para la seguridad pública. O sea, que estas gentes venidas de todo el país, ni tan siquiera pretenden verlo y oírlo en directo, se contentan con la idea de saber que se encuentran en la misma ciudad que el guía. Ni una sola referencia a su clase en la web de la Universidad, ni un solo cartel, nadie que pueda dar una simple indicación sobre cuándo y dónde se celebra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario