sábado, 23 de junio de 2007

SUFRIENDO AL FINAL


L a asistencia en la agonía es una práctica ética que te consume e influye de manera determinante en el entorno del paciente y en tu vida misma.
"Se ha practicado mal la Medicina, pero no consta que las muertes sean consecuencias de ello: los pacientes pudieron morir o por la sedación indebida o por su enfermedad inicial", dice el auto que sobresee la causa.
Si el motivo fue la sedación sólo cabe la enhorabuena se ahorraron un sufrimiento gratuito, si el motivo fue la enfermedad, enhorabuena porque estaban sedados y se ahorraron el indigno último trámite (porque después de 25 años acompañando al final, puedo asegurar que siempre es indigno, salvo en contadas excepciones).
Los hechos juzgados se remontan a 2003, pero salieron a la luz pública dos años después. En marzo de 2005, la Consejería de Sanidad del Gobierno regional de Madrid destituía a la cúpula del hospital Severo Ochoa de Leganés, a raíz de una denuncia anónima sobre "una práctica de eutanasia masiva" con hasta 400 supuestos casos de homicidio. El consejero, Manuel Lamela, dio credibilidad a la denuncia. En el centro del huracán se situó al coordinador del servicio de Urgencias, Luis Montes.
Aunque sea un reduccionismo simplista, cosas como estas determinan dos formas de ser y estar, no somos iguales, no tenemos los mismos valores, no trabajamos igual y sobre todo no buscamos las mismas metas. Ni mejores ni peores, ni buenos ni malos. DIFERENTES.
Detrás intereses espurios para facilitar derivaciones a centros privados concertados.
Debo reconocer que lo que más me ha desgastado en el ejercicio de la medicina ha sido la agonía de queridos pacientes a los que, probablemente mi impericia, hizo sufrir un ápice más de lo estrictamente necesario.
Hoy sabemos que con los cambios sucedidos en el hospital de Leganés se sufre más.

“No es que tenga miedo a morirme. Es tan sólo que no quiero estar allí cuando suceda” Woody Allen.

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