jueves, 10 de julio de 2008

INDOLENTES




En mi ascensor soviético, de la época de Brezhnev, comenzó a caer una gota de grasa desde la salida de emergencia que hay en el techo. La persistente llovizna no desentona con el estado técnico del elevador, más bien se corresponde con el piso desconchado, los grafitis obscenos y los ruidos espeluznantes que hacen las puertas al abrirse. A varios vecinos les ha arruinado la ropa o engrasado el cabello la caprichosa sustancia; pero la solución que hemos encontrado es cederle espacio para que ella caiga a su antojo. Desde hace un par de meses, ya no se pueden montar seis personas en el deteriorado artefacto, pues hay un espacio reservado para la grasa que cae.
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Ser indolente está de moda. Por lo que mis vecinos y yo hemos empezado a creer que la grasa del ascensor es buena para hacer crecer el pelo y, las manchas que provoca en la ropa, son de lo más bonitas. Si espera por la acción de nosotros, puede vivir tranquila la gota de mi ascensor soviético: la dejaremos caer en paz. ¿Quién va a caer en el ridículo de intentar cambiar las cosas?

Yoani generación Y


Lo malo es si la gota se cree, con el tiempo, que tiene carisma e intenta imponer su impronta de gota consentida para el control fascistoide del habitáculo.

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