Cada cuatro años, coincidiendo con cada mundial, Segismundo Cáceres se enamoraba de una mujer, el recuerdo de sus amores se mezclaba con regates, remates imposibles, goles históricos y partidos del siglo. En resumen; su vida había sido el amor y el fútbol, y el amor al fútbol.
Con una de aquellas mujeres se casó. En el último mundial, el que hacía doce, Segismundo se enamoró de sus recuerdos.
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