Fuimos el domingo a ver al Barça, nos dimos cita en el estadio del Levante 25.000 almas, muchas con el "corasón partio". Había oído hablar de los silencios de la Maestranza sevillana extasiados con la última faena de Curro Romero, pero nunca había escuchado un silencio tan respetuoso, tan boquiabierto como el domingo, se podían sentir las botas de los jugadores del Barça impactando con el cuero, sólo los ánimos de los aficionados foráneos rompían el hechizo, resultaban molestos, estábamos asistiendo a un acontecimiento irrepetible, alguien lo dijo detrás de mi cuando se lesionó Alves, van a jugar con once formados en la cantera...
El Levante en todo momento se sintió respetado, nadie lo vaciló, pusieron sobre el cesped el esfuerzo máximo que permite su presupuesto. Y enfrente tenían un equipo fuera de catálogo, de los de antes, aquellos equipos de "els xics del poble primer"; comprometidos, solidarios, con un proyecto común que sacar adelante, inspirados en los mismos valores. Fue curioso ver a Jordi Alba salvar un fuera de banda como si le fuera la vida cuando ya iban ganando, o a Messi bajar como un loco a por un balón que había perdido en el medio campo.
Es una suerte estar vivo en esta época para los que nos gusta el fútbol, a falta de liderazgos ejemplarizantes, representan un modelo a seguir en la vida de comportamiento y valores.
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